Clarke CON800 User Manual Page 135

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mujer urbana que se debatía en la angustia de los resultados de un análisis que debía determinar
si, a partir de ese momento, tendría que luchar para afirmar la vida por encima de la muerte. Un
tiempo después en Sin techo ni ley (Sans toît ni loi, 1985) describió el vagabundeo de una chica sin
destino por los pueblos agrícolas franceses, mientras convertía su anonimato en un sistema de vida
libre frente a una sociedad ligada en sus convenciones. En Los espigadores y la espigadora lo que más
sorprende de la apuesta de Agnès Varda es el grado de libertad con que la cineasta afronta el cine,
hasta el punto de que la película se convierte en una entrañable lección moral contra los excesos
de las imágenes que pueblan nuestra iconosfera. Agnès Varda se convierte también en una mujer
que espiga con su cámara, que filma fragmentos de realidad para construir un discurso personal y
convertir su experiencia de rodaje en parte de un diario íntimo sobre su concepción de la imagen
y del mundo. Agnès Varda actúa como una mujer libre que sabe que solo encontrará la libertad
desde una descentralización forzada del cine, desde la conciencia profunda de la importancia de
los márgenes, del cine entendido como desplazamiento de la mirada. En el caso de Los espigadores
y la espigadora el deseo de libertad y la fuerza de su energía creativa nos plantea una serie de dudas
–razonables- alrededor de las implicaciones de la cineasta como mujer. Es evidente que en una
parte importante de la filmografía de Agnès Varda, la mujer ha ocupado un lugar central y que en
algunas de sus películas como Une chante, l’autre pas (1977) o el retrato Jane B para Agnès V (1987)
la mujer es el epicentro de un film en el que la mirada afirma su sensibilidad. En cambio, en el
caso de Los espigadores y la espigadora, el discurso sobre la feminidad no es un recordatorio, sino
que se encuentra implícito en una determinada actitud vital que la película deja entrever y que la
búsqueda de la cineasta proclama en sus gestos. En el fondo, lo más importante de Los espigadores y
la espigadora radica en la naturalidad de la mirada de la directora, en la voluntad de afirmar en sus
imágenes la modernidad del cine, en la creencia en la mostración por encima de la demostración.
Pero sobretodo, lo más impresionante de la película radica en llegar a considerar que uno de los
gestos más radicales que puede hacer una cineasta contra los excesos de la imagen de nuestro pre-
sente no es otro que la afirmación de su humildad.
El año 2000, en el mismo festival de Cannes que Agnès Varda presentaba Los espigadores y la espigado-
ra, Solveig Anspach, una mujer nacida en Islandia pero educada en Francia, presentaba en una de
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